Cuento futurista de Mariana Segura

Última modificação 21:50, 19 Set 2012 por  lala

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    ( Lo curioso es que nos encontramos em Residencias Colaborativas de Red, 7 anos después de su escritura y todo era un poco como lo que Mariana describe)

    PAPELMANTEL- Turistas de la vida”

    Mariana Segura, Octubre 2005

    Si bien en un principio lograr confluir en un lugar al mismo tiempo fue sencillo, no sucedió lo mismo la segunda vez. No quisiera explayarme en dar detalles, pero para que entienda aquel que lea esto, les cuento que a simple vista no éramos personas diferentes al resto. Sin embargo compartíamos algunas cosas sorprendentes para las difíciles épocas que vivíamos. Una, tal vez las mas potente, era que amábamos en cuerpo y alma lo que hacíamos, cosa poco común. Habíamos decidido no creernos la historia del tiempo cronológico ni del espacio único. Manejábamos distintas geografías y tiempos adaptados a nuestras realidades. En general esas particularidades no son muy comprendidas o bien son resistidas.

    No puedo decir que conozco muy bien a los que emprendimos este viaje. Puedo contar que mi semana está organizada en 9 días, seis días de trabajo y tres fin de semana. ¡Cómo disfruto cuando puedo moverme en esos tiempos! A veces el trabajo me lleva a que mienta y demuestre en agenda que sigo a rajatabla cumpliendo obligaciones los días que comúnmente se encuentran comprendidos entre lunes y viernes. Fue divertido buscarle nombres a los días que agregué a la semana.

    María y José (nombres bíblicos diría Tito) como ser, no compartían el conocimiento geográfico: lo que para ella era el norte, pera él era el oeste. Pero necesitaron un viaje en auto, juntos, de mas de 1000 km. para poder dar con los mapas girados.

    Y si hablamos de Tito, que no está en el grupo pero podría estarlo, tenía una rutina con días de 33 horas. En algún momento de su vida, no sabemos si pasado o futuro, había sido cura de la Iglesia Católica y ese número era una referencia simbólica muy fuerte en ese medio.

    Luego estaba Matías, el más joven del grupo de viajeros, que demostraba una percepción sobre ausencia y presencia que aún hoy nos sorprende. En las dos reuniones que logramos hacer, él estuvo, pero seguramente por sus años aún no maneja encontrar la dimensión correcta del encuentro, y no pudimos verlo. Él igual lo disfruta.

    Ricardo por su parte, tenía la capacidad de amanecer cada día en una ciudad distinta. Ese tipo de saber no es sencillo, requiere de una práctica cotidiana, de concentración en lo que está observando, vinculada también a la sorpresa y al placer. Ya a esta altura, salía con el auto, y paseaba por las mismas calles, de distintas ciudades, descubriendo ventanas, olores, personajes del barrio, mientras iba a las obras. A mi, algunas pocas veces me ha salido, recorrer nuevas calles mientras voy al trabajo, pero nunca llegué a hacerlo manejando mi auto.

    Tenemos otro amigo, Héctor, que provoca una síntesis entre el espacio y su cuerpo. Es cierto que es enorme, pero cuando se explaya hablando, ocupa con su cuerpo cada rincón del aula, el auditorio, el bar... el espacio completo se mezcla con sus poros.

     

    No se como encontramos los puntos de contacto entre nuestros destinos y logramos este segundo encuentro.

    Repito. El primero sucedió por entusiasmo, casi como casual, como único evento. El segundo era el más complicado. Con tantas formas de percibir espacio y tiempo, tardamos lo que para el común de la gente sería mes y medio en volver a reunirnos.

    Nuestra encomienda tal vez no era sencilla. Queríamos poner en común nuestros saberes. El entusiasmo inicial fue suficiente para juntarnos y producir sinergia; flotábamos hablando y viajábamos haciendo turismo en nuestras propias vidas.

    Si alguien se hubiese acercado a nuestra mesa hubiera recordado casi instantáneamente una vieja película llamada “Estados alterados”, en donde el protagonista para explorar la historia recurría a fármacos buscando alucinarse. Por suerte lo nuestro era mas sano y la única droga que aceptábamos era el rico cafecito porteño.

    Si bien a simple vista, comentaba, que éramos normales, sin embargo, lo que hacemos día a día, provoca en los alrededores alboroto.

    Hay quienes, practican al igual que nosotros, modificar el tiempo, construir diferentes espacios, dejar de acumular saberes, poner algunas cosas en vitrinas abiertas para que alguien que pase pueda hacer uso de ellas.

    Sabemos que hay muchas resistencias a lo que hacemos y creemos que somos observados.

    En vista de esa observación, decidimos que nuestro comportamiento sea errático. Esa será una forma de que nadie se entere de los próximos encuentros.

    Nuestras reuniones no van a suceder con una lógica de tiempo sencilla de aprender. La periodicidad será aleatoria, en términos de tiempo cronológico, nos vamos a juntar cada 3 semanas, alternativamente un miércoles y un sábado. Tampoco nuestro espacio será siempre el mismo. Rotaremos, en principio, por tres lugares de estas ciudades agregadas: Palermo, La Plata y Tigre. No pongo coordenadas, que sería mas fácil de entender para todos, porque tal vez no podamos ponernos de acuerdo sobre si queda al norte o al oeste del lugar donde estamos.

    Decidimos, después de idas y vueltas, un sistema de trabajo camuflado ante los ojos que vigilan: los bares en estas ciudades improvisan manteles de papel obra gris opaco. Nosotros llevaremos nuestro propio papel, en rollo, para ir registrando los asuntos cada vez que logremos juntarnos. Ese registro será naturalmente colectivo. Cada cual con marcador en mano irá escribiendo lo que dice o escucha, remarcando, graficando, dibujando con letras.

    Sobre este soporte colectivo también quedarán marcas de tazas, acompañantes de nuestra capacidad de divertirnos.

    Así, imaginamos llegar al bar que nos toque ese día y lugar, extender el rollo de papel sobre la mesa como mantel propio, dejando caer hacia una punta lo que fuimos volcando en reuniones pasadas y hacia la otra, el vacío que permita la creación futura.

    De esta forma después de un tiempo (o varios)  y de agregar miradas, vamos a poder ir observando lo que compone el grupo casi como obra de arte, sin que los que miran censurantes lo adviertan. Decidimos también que en el registro no nos faltaran números; sería sospechoso y en todo caso, algunas cosas tenemos que contar.

    Construiremos una película compuesta por partes que se articulan sin perder atributos de singularidad, una ciudad de letras, ideas sensaciones volcadas al papel.

    “PAPELMANTEL- Turistas de la vida”, nos pusimos un nombre bien ridículo, así no había pistas de quienes éramos.

    Ahora estamos abocados en concretar este tercer encuentro.

     
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